Arq. Rita Bustos
COORDINADORA BIM Y ENCARGADA DEL ÁREA SUSTENTABLE

El cambio climático es una de las mayores crisis de nuestro tiempo. Este fenómeno, impulsado principalmente por la actividad humana, ha alterado los patrones climáticos del planeta, desencadenando consecuencias devastadoras. Desastres naturales como inundaciones, incendios forestales y sequías extremas están aumentando en frecuencia e intensidad, afectando comunidades y ecosistemas enteros. Un ejemplo reciente fue la tragedia vivida en Valencia, donde lluvias torrenciales dejaron a miles de personas sin hogar, un recordatorio de que el cambio climático no discrimina fronteras. Situaciones similares se han repetido en regiones como Grecia, que enfrentó incendios masivos, o Filipinas, golpeada por tifones más severos que nunca.

El aumento de 2 °C en la temperatura global, considerado un límite crítico por los científicos, tendría impactos catastróficos. Este incremento podría provocar el derretimiento de los polos a niveles alarmantes, la desaparición de arrecifes de coral, la extinción masiva de especies y la intensificación de fenómenos meteorológicos extremos. En términos simples, superar este umbral significaría un mundo más hostil para todos los seres vivos, con recursos naturales escasos y ecosistemas irreversiblemente dañados.

Contrarrestar el cambio climático es una responsabilidad compartida. Independientemente de nuestra profesión o ámbito de acción, todos como ciudadanos y habitantes del planeta debemos asumir un papel activo en esta lucha. Aunque como arquitectos enfrentamos una mayor carga de responsabilidad debido al impacto ambiental que puede tener nuestro trabajo, la realidad es que cada ser humano tiene un rol fundamental en este esfuerzo colectivo. Desde las pequeñas acciones diarias hasta las decisiones globales, nuestras elecciones marcan la diferencia.

¿Qué es la ecoansiedad?

La ecoansiedad es una respuesta emocional que surge ante la preocupación por el deterioro ambiental y la sensación de estar enfrentando un problema fuera de control. Esta forma de ansiedad, aunque no está catalogada como un trastorno clínico, puede ser debilitante para quienes la experimentan. Se manifiesta como estrés, desesperanza, y en ocasiones, una parálisis emocional frente a la magnitud del cambio climático.

Sin embargo, la ecoansiedad también puede canalizarse como un motor de acción. Reconocer nuestra conexión con el medio ambiente y tomar medidas concretas, aunque parezcan pequeñas, nos empodera y nos devuelve un sentido de agencia.

Huertos urbanos comunitarios: Una solución local con impacto global

Una manera efectiva de mitigar la ecoansiedad es participar en iniciativas que no solo beneficien al medio ambiente, sino que también fortalezcan nuestras comunidades. Los huertos urbanos comunitarios son un ejemplo perfecto de esto. Estas iniciativas permiten reconectar con la naturaleza, reducir nuestra huella de carbono y construir resiliencia ante los efectos del cambio climático.

Desde el punto de vista arquitectónico, los huertos urbanos ofrecen la posibilidad de integrar espacios verdes productivos en nuestras ciudades, transformando techos, patios y terrenos baldíos en áreas de cultivo. Más allá de su impacto ecológico, estos espacios generan beneficios sociales y emocionales profundamente significativos:

Imágenes creadas con I.A. por Cafeína Design

Desde el punto de vista arquitectónico, los huertos urbanos ofrecen la posibilidad de integrar espacios verdes productivos en nuestras ciudades, transformando techos, patios y terrenos baldíos en áreas de cultivo. Más allá de su impacto ecológico, estos espacios generan beneficios sociales y emocionales profundamente significativos:

  • Empoderamiento comunitario:
    Los huertos urbanos fomentan un sentido de comunidad y pertenencia. Según estudios de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), los huertos comunitarios han demostrado incrementar la cohesión social en un 70 % al reunir a personas de diferentes edades, culturas y niveles socioeconómicos bajo un propósito común: cultivar alimentos sostenibles. Este fortalecimiento de las relaciones ayuda a construir redes de apoyo que son esenciales en tiempos de crisis.
  • Educación ambiental y alimentaria:
    En muchos casos, los huertos urbanos funcionan como plataformas educativas. De acuerdo con un informe de la Universidad de California, los niños que participan en huertos escolares aprenden un 40 % más sobre nutrición y sostenibilidad que aquellos que no están expuestos a este tipo de experiencias. Además, estos espacios sensibilizan a las comunidades sobre la importancia de los ciclos naturales, la conservación de recursos y la reducción de desechos orgánicos mediante prácticas como el compostaje.
  • Acceso a alimentos frescos y saludables:
    Los huertos urbanos pueden contribuir a la seguridad alimentaria en las ciudades, especialmente en zonas con acceso limitado a alimentos frescos. Por ejemplo, un estudio de la Universidad de Michigan mostró que una red bien planificada de huertos urbanos puede suplir hasta el 20 % de las necesidades de frutas y verduras en áreas urbanas. Este beneficio no solo mejora la salud de los habitantes, sino que también disminuye la dependencia de cadenas de suministro largas y contaminantes.
  • Bienestar mental:
    Está comprobado que el contacto con la naturaleza reduce los niveles de estrés y ansiedad. La Universidad de Exeter en el Reino Unido realizó un estudio en el que se descubrió que participar en actividades de jardinería al menos tres veces por semana puede reducir los síntomas de depresión en un 36 %. Además, trabajar en un huerto promueve el mindfulness, una práctica que ayuda a las personas a centrarse en el presente y a conectar con su entorno de manera positiva.
  • Resiliencia frente al cambio climático:
    Los huertos urbanos no solo embellecen las ciudades, sino que también tienen un impacto directo en su capacidad de adaptación al cambio climático. Absorben dióxido de carbono, reducen el efecto de isla de calor y mejoran la infiltración de agua en el suelo, disminuyendo el riesgo de inundaciones.
Como arquitectos, integrar huertos urbanos en nuestros proyectos no es solo una decisión ambientalmente responsable, sino también una estrategia para construir comunidades más fuertes y resilientes. Desde incluir áreas para la agricultura vertical en edificios residenciales hasta diseñar parques que combinen áreas de cultivo con espacios recreativos, cada acción cuenta. Al hacerlo, no solo ayudamos a mitigar los efectos del cambio climático, sino que también damos herramientas a las personas para combatir la ecoansiedad a través de la acción y la conexión con la naturaleza.


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