Cuando pensamos en la casa inteligente del futuro, lo primero que se nos viene a la mente es una red de dispositivos inteligentes integrados e interconectados entre sí que tomen decisiones por nosotros de acuerdo a nuestras preferencias y gustos, que mantengan la casa limpia y ordenada por sí sola, o que ajusten nuestro entorno en respuesta a las actividades que realicemos o estado de ánimo en que nos encontremos.

Esta visión del futuro actualmente es accesible únicamente a un reducido sector de la población, y se centra principalmente en la implementación de dispositivos tecnológicos para remediar las deficiencias espaciales, sin priorizar la habitabilidad y funcionalidad.

En los últimos años, la sociedad, la tecnología y las relaciones entre personas y lugares han sufrido cambios significativos. Sin embargo, muchos arquitectos y desarrolladores inmobiliarios siguen adoptando un enfoque centrado en vender un producto, en lugar de crear espacios centrados en el ser humano. Para lograr esto, necesitamos partir de preguntas tan básicas como: ¿Quiénes son los clientes del futuro hogar? ¿Cómo se pueden satisfacer sus expectativas y necesidades reales? ¿Qué actividades se pueden desarrollar en este espacio a través del tiempo?

En vez de pedir a los usuarios que se adapten a vivir en condiciones inflexibles, los hogares inteligentes deberían ser aquellos capaces de albergar a través de la multifuncionalidad y adaptabilidad, diversas necesidades que los habitantes tienen a lo largo del tiempo.