Como usuario, el entrar a un lugar y que se despierten sensaciones agradables a través del diseño, a partir de la iluminación, el aroma, la calidez humana, etc. instantáneamente genera un valor agregado y por ende una experiencia memorable. En el caso de algún restaurante o tienda, se busca que el usuario quiera regresar, es por eso por lo que hasta los detalles más pequeños cuentan. El diseño gráfico complementa visualmente el concepto planteado por el proyecto arquitectónico. Coloquialmente, podemos decir que “hacen mancuerna” para reforzar el concepto que desde el principio se definió en conjunto con el cliente.  

Una vez logrado esto, las redes sociales juegan a favor del proyecto. Ya que, siendo parte de una cultura digital, el usuario suele compartir su experiencia en diferentes plataformas. Según una encuesta realizada por Schofields Insurance, los consumidores de hoy, sobre todo los Millenials, consideran la atmósfera, el diseño y la apariencia general de las experiencias que eligen comprar. En muchas ocasiones buscan que los lugares sean “Instagrameables”, o perfectos para crear “TikToks”. No obstante, es importante considerar que el objetivo principal no debe ser conseguir “likes” o vistas del negocio, si no conseguir que los usuarios realmente se identifiquen, se vayan con una buena experiencia y esperando regresar, lo demás vendrá por añadidura.